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Democracia en América Latina ¿qué podemos esperar luego de la Cumbre de la CELAC?

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    Internationally
  • 6 feb 2023
  • 4 Min. de lectura

Por Alejo Romano Lopez -


Durante los primeros años del siglo XXI en América Latina, con el aumento de los precios de las materias primas y gracias a las políticas redistributivas que se llevaron a cabo, parecía que las promesas de crecimiento económico de décadas pasadas al fin se estaban cumpliendo. No obstante, en el 2014, con el fin de ese boom económico y ante la falta de respuestas políticas certeras, se han dado en los últimos años protestas masivas y flujos migratorios considerables a lo largo de la región. Principalmente impulsados por un malestar social generalizado ante la falta de mejoras en la calidad de vida y debido a los efectos que dejó a su paso el COVID-19 (1). Por estas razones, ante de la falta de resultados por parte de los regímenes democráticos, hemos visto como un gran segmento del electorado ha comenzado a preferir, cada vez más, preocupantes formas de gobierno autoritario según datos proporcionados por Latinobarómetro (2).


En su más reciente texto, Mainwaring y Pérez-Liñán (3) argumentan que las condiciones actuales en las que se encuentra la democracia en América Latina son las peores desde la tercera ola de democratización de finales del siglo XX. Esto se debe en gran medida a dos razones. En primer lugar, la presencia de actores poderosos a nivel subnacional, entre ellos, grupos que usan la violencia como principal instrumento, fuerzas policiales corruptas y el surgimiento cada vez más aceptado de partidos con ideologías autoritarias. Éstas limitan el correcto desarrollo de la democracia. En este sentido podemos encontrar ejemplos en la mayoría de los países de la región. Solo por mencionar algunos, como es el caso de México, la falta de reformas en contextos de aumentos constantes de la violencia por parte de los carteles de drogas ha permitido que los agentes policiales utilicen de manera excesiva la fuerza. Asimismo, durante el 2020 en Brasil, la policía cometió 6.416 homicidios registrados, mientras que en Reino Unido (aunque con tan solo una cuarta parte de la población brasilera) se cometieron tan solo 5 de estos asesinatos. Además, en el año 2022 se registraron 67 asesinatos a periodistas en el mundo, casi la mitad de estos ocurrieron en América Latina, convirtiéndose de este modo en una de las regiones más peligrosas para llevar a cabo dicha profesión (4).


En segundo lugar, otro de los factores que imposibilita la capacidad de los Estados de desarrollar democracias más estables es la falta de confianza y el descontento de las personas sobre sus gobiernos y la política en general. Las manifestaciones recientes en Perú en contra del nuevo gobierno formado tras la destitución de Castillo y el ataque el pasado 8 de enero por simpatizantes de Bolsonaro al Congreso de Brasil son una muestra de la insatisfacción de la población por sus líderes. Por esta razón, en la medida que los gobiernos no puedan generar los consensos necesarios dentro de sus países, será difícil para ellos poder impulsar agendas domésticas ambiciosas para lograr reformas estructurales y así mejorar la calidad de sus instituciones y la calidad de vida de las personas.


Con la llegada de Lula al poder en Brasil y la presencia mayoritaria de gobiernos de izquierda en la región, ha suscitado la promesa de una segunda “marea rosa” que logre revertir las tendencias mencionadas en los párrafos previos. Sin embargo, hoy el mundo es muy diferente a la primera década del siglo marcada por una relativa prosperidad en el continente. Además, como señala Oliver Stuenkel (5), a pesar de este contexto de coincidencia ideológica entre los principales líderes de la región, todavía es probable que América Latina continúe fragmentada. Esto se debe a que varios líderes cuentan visiones opuestas en otros aspectos de la gobernanza y que todavía persisten ciertas rivalidades en la región.


La primera prueba para el relanzamiento de la integración de la región ocurrió el pasado 24 de enero en la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Sin lugar a duda, esta tuvo como protagonista al nuevo mandatario brasilero que ha mostrado su interés por recomponer los lazos en el continente. No obstante, la elevada polarización social y los desafíos que presenta la oposición completamente dividida en su país, sumado a la ausencia de sus antiguos socios de la primera marea rosa en la región serán una barrera a sus objetivos de acercar a los países latinoamericanos (6). La reunión de la CELAC tuvo como resultado una declaración en conjunto de los 33 países participantes que destaca su compromiso en términos de cooperación económica, social y de seguridad. No obstante, los más de 100 puntos con los que contó dicho documento, nos habla de una región con muchos desafíos a resolver y pocas prioridades al no poder establecer puntos centrales en la agenda de los próximos años (7). Asimismo, la cumbre entre los altos mandatarios dejó claras diferencias sobre las visiones de estos acerca de los valores que debe representar la democracia y lo derechos humanos. Por esto mismo, en la medida que los Estados no puedan formular una ruta de trabajo materializada en políticas públicas sobre estos temas centrales para la región, será poco probable esperar mejoras en la calidad democrática de la región.


Foto: Cancillería Argentina

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