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Una puerta entreabierta: las relaciones entre Armenia y Turquía no corren, pero caminan

  • Writer: Internationally
    Internationally
  • Aug 9, 2023
  • 6 min read

Por Vache Hoveyan (internacionalista invitado) -


En el 2018 la República de Armenia vivió un giro inesperado, la política se vio frente a una revolución social sin precedentes: la llamada Revolución de Terciopelo brotó para posicionar a un nuevo líder. Nikol Pashinyan, actual primer ministro de Armenia, logró movilizar una sociedad entera para derrocar un sistema político corrupto aferrado al poder desde hace dos décadas. Serzh Sargsyan, ex presidente de Armenia, en un intento de cambiar la Constitución Nacional para continuar perpetrándose en el poder, firmó su propio diploma de ex-presidente. La voz del pueblo armenio se coronó victoriosa.


Los conflictos no tardaron en llegar y la popularidad de Pashinyan tampoco tardó en decaer, aunque la última voz popular volvió a elegirlo como mandatario. La guerra de Artsaj y Armenia contra Azerbaiyán y la pérdida de territorios ancestrales para algunos, legítimos para otros e ilegítimos para unos, debilitó el posicionamiento de Armenia en la región y sucumbió la fantasía de muchos acerca de la Armenia fuerte e insuperable, país en la región del Cáucaso Sur con una superficie de 30 mil kilómetros cuadrados que cuenta con dos de sus cuatro fronteras cerradas. La fantasía, tanto desde Armenia, pero aún más desde la diáspora, fue uno de los principales factores desencadenantes de la actual realidad del país.


El 3 de junio del presente año Pashinyan participó de la asunción del presidente turco Recep Tayyip Erdoğan, electo por tercera vez en medio de una fuerte polarización social. El llamado “nuevo sultán” logró consagrarse una vez más como el mandatario más importante de la región caucásica, siendo este una puerta para Occidente, con un pragmatismo sumamente inteligente y calculador. La imagen de Erdoğan y Pashinyan estrechando manos generó polémica para el mundo armenio, pues cómo vas a estrechar la mano con un turco, asesinaron a nuestros ancestros y no lo reconocen.


Ahora bien, Pashinyan es uno de los pocos políticos en las últimas tres décadas que logró cruzar vínculos entre ambos Estados, abriendo parcialmente la frontera y buscando aumentar los flujos bilaterales. La política exterior de Armenia, en la gestión de Pashinyan, está siendo muy pragmática en los pasos que da tanto con Occidente como con Rusia y con sus vecinos. La cuestión del genocidio armenio y su reconocimiento nunca fue dejada de lado en ningún proceso de diálogo. De hecho, la diplomacia de Pashinyan, abriendo el diálogo con Turquía, logró llevar a otro nivel este reclamo. Algo que se debía hacer hace mucho tiempo. La pregunta que surge acá es ¿por qué no se había abierto este diálogo? No hay respuestas correctas, pero al igual que muchos analistas, incluso filósofos armenios, opino que uno de los frenos más fuertes para abrir esta relación fue la diáspora armenia.


Como se mencionó anteriormente, la fantasía de algunos partidos políticos, concentrados mayoritariamente en la diáspora, impidieron durante años la normalización de relaciones bilaterales, incluso cualquier tipo de diálogo entre ambas naciones. Pashinyan fue un factor decisivo en la no limitación ni por la influencia de la diáspora, ni por la influencia de Vladimir Putin, quien sigue considerando a Armenia como el patio trasero del Cáucaso. Esto último excede el marco del presente artículo, pero en líneas generales, es importante recordar las bases militares rusas que hay en Armenia y el último despliegue de fuerzas de paz rusas en la región de Artsaj. Putin logró introducir tropas en una región importante geopolíticamente, pues el Cáucaso Sur es considerada la puerta divisoria entre Europa Oriental y Asia. Este hecho impactó negativamente para Erdoğan, quien no participó en la negociación acerca del despliegue de fuerzas rusas en la región.


Esta cercanía generada por el gobierno de Nikol Pashinyan se vio fuertemente clara durante el terremoto de febrero que sacudió gran parte de Turquía y Siria, ya que Armenia decidió enviar ayuda humanitaria a ambos países, es decir, Armenia decidió ayudar humanitariamente a los ciudadanos turcos y al Estado turco. Este gesto por supuesto que alborotó las cúpulas diaspóricas e incluso las cúpulas eclesiásticas ortodoxas armenias, las cuales siempre fueron funcionales a los gobiernos corruptos del pasado. Armenia también pasó por terremotos, pero nunca recibió ningún tipo de ayuda por parte de su vecino turco ni azerí. Armenia decidió dar el primer paso. Armenia, no Turquía, no la diáspora.


Esta desconfianza diaspórica hacia Turquía está fundada, no únicamente en el no reconocimiento del gencodio armenio, sino también en los últimos acontecimientos bélicos sucedidos entre Armenia, Artsaj y Azerbaiyán. Azerbaiyán decidió atacar y avanzar sobre los territorios de la autoproclamada República de Artsaj, con una población de origen armenia en su totalidad. Este enclave fue otorgado al Estado de Azerbaiyán en la década del veinte por la Unión Soviética y a partir de esa década los conflictos no cedieron. Los intentos de avance de Azerbaiyán, y la población de Artsaj, que no quería integrarse al país que había sido otorgado, no permitieron negociaciones ni soluciones pacíficas a la disputa. Los artsajíes, junto con los armenios, habían logrado avanzar sobre territorios azeríes (o ancestrales para algunos) en la década del noventa, logrando crear un colchón de contención para proteger a la población. Suena bella la idea de un colchón de contención, pero en la literalidad se avanzó sobre territorio de otro Estado.


Dicho esto, podemos interpretar y entender que Turquía tiene una fuerte influencia en Azerbaiyán y en su dictador Ilham Aliyev, pues lo considera como su hermano menor, o simplemente diría como un títere. Turquía es suministro de armas, de soldados, de paramilitares y de drones de combate aéreo que hasta el día de hoy son utilizados contra la población de Artsaj, e incluso contra la frontera soberana de Armenia. Muchos analistas internacionales destacan el rol de Turquía en la guerra de Artsaj, entendiéndolo como un factor necesario para la victoria azerí. Asimismo, no podemos ignorar el rol del mandatario turco a nivel regional e internacional.


Por lo tanto, resulta interesante detenerse en la figura de Erdoğan por un momento y entender su política exterior pragmática. Turquía es miembro de la OTAN, uno de los más polémicos y conflictivos en la alianza, pero también uno de los miembros más inteligentes. Erdoğan es el líder que no se define, que no clarifica su postura ni sus intenciones, un día le vende armas a Israel y al otro día le vende armas a los grupos terroristas que luchan contra Israel. Una lógica similar se puede ver con las relaciones turco-rusas y el acercamiento escalonado hacia Ucrania. El Kremlin está sumamente preocupado por el tipo de relaciones que Turquía pretende atar con Kiev. Asimismo, el país de Erdoğan, ya lejos de ser secular, posee muy bajos niveles de libertades individuales, pero a la vez es mimado por Europa, pues Turquía funciona como contención de migrantes que aspiran llegar al viejo continente. El “sultán” turco tiene el poder de abrir y cerrar el flujo de migrantes hacia los países europeos.


A su vez, si nos detenemos a pensar los conflictos en los que está metido de alguna manera el Estado turco, vemos que son numerosos. Centrados principalmente en Medio Oriente, en el Cáucaso, e incluso con sus pares de la OTAN, Grecia, por ejemplo. Por otro lado, Erdoğan no sólo choca con sus vecinos, sino que choca con las grandes potencias. Podemos ver cómo Estados Unidos financió en un pasado a los grupos armados kurdos para luchar contra el gobierno de Bashar al-Ássad y contra el Daesh (ISIS), mientras que Turquía luchaba y lucha, con intenciones genocidas contra los kurdos. El puente entre Europa y Asia es paradójico en todo sentido, pero es indiscutible el impacto y la influencia que tiene en la región y en el mundo.


Volviendo a la hermandad turca con Aliyev, muchos armenios consideran los actos azeríes, apoyados por Turquía, como estrategias genocidas contra la población, pero lo que no observan es cómo se llegó a esa situación. Armenia desde hace ya varios años dejó de lado a la población de Artsaj en su política exterior y militar, aunque, por supuesto, nunca se abandonó el flujo de bienes y servicios hacia la población artsají. Lo que estoy tratando de arrojar a la luz es que Armenia nunca reconoció la independencia de Artsaj, e incluso nunca la integró territorialmente. Es paradójico. A lo que respecta lo militar, Armenia durante años filtró el dinero destinado al desarrollo militar y no lo mejoró, no hubo ningún tipo de prevención, mientras lo que sí hubo fue una construcción de épica de victoria fundada en la guerra ganada en 1990.

Armenia, y la diáspora principalmente, comenzaron a pedir el reconocimiento de Artsaj recién cuando se libró la guerra del 2020. Al mismo tiempo que piden el reconocimiento de su independencia, una de las frases de las manifestaciones alrededor de todo el mundo es “Artsaj es Armenia”, una contradicción inentendible. Con todo esto, es importante entender que finalmente la Armenia del 2023, reafirmando sus compromisos diplomáticos y continuando un diálogo algo ameno con Turquía, ratifica su postura acerca de Artsaj. Es decir, la Armenia del pasado tenía una postura implícita, evidente si se analizaba finamente, pero implícita al fin. Hoy día, el gobierno de Pashinyan ya no esconde la herencia oculta del pasado, sino que define explícitamente los lineamientos políticos de la República de Armenia para con Artsaj. Y ésta es de un no reconocimiento de Artsaj, ni de su integración al territorio armenio.


Hay que entender que sí, que somos hijos de gorriones emigrados, pero como dijo el escritor armenio Nigoghos Sarafian, mirar hacia atrás, detenernos en el pasado, implica petrificarse y no poder avanzar hacia el futuro. Hay que entender la realidad, hay que tragarse las fantasías del Imperio Armenio de mar a mar, hay que mirar hacia adelante y abogar por una mejor política exterior para acabar con los conflictos fronterizos y vivir en paz. Hay que permitirle a los armenios y a los artsajíes a decidir sobre su propio futuro.



Foto de portada: Radar Armenia

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